JORGE ZALAMEA |
“LA POESÍA IGNORADA” DE JORGE ZALAMEA
Habría muy poco que decir después de escuchar al autor en su interpretación de una poesía que él llama ignorada, olvidada. Compartimos con el poeta su aserto inicial: "En poesía, no existen pueblos subdesarrollados", La afirmación, da por hecho que a través de la historia de la humanidad, todos los pueblos han expresado sus sentimientos, sus angustias, sus sueños, sus ideales, utilizando la forma poética ya que esta posee la especial posibilidad de utilizar todos los recurso que el ser humano ha logrado atesorar con la maravillosa invención del lenguaje como un don que le permite no solo escudriñarse a sí mismo de una forma introspectiva para tratar de entenderse como un ser único, distinto, irrepetible e histórico, sino igualmente asomarse al mundo exterior, a cómo él puede comprenderlo e interpretarlo; a la manera cómo cualquier cultura ha utililizado desde tiempos inmemoriales los recursos que le brinda esa capacidad innata del lenguaje humano que lo lleva a expresar de una manera estética su propia realidad.
Su aproximación a los pueblos indígenas de América del Norte, es notable por la escogencia que hace de los poemas que abarcan la totalidad del Ser: su angustia frente a realidades desconocidas, su admiración por la creación, la expresión de los sentimientos, el simbolismo que sugieren las impresiones transmitidas a través de la palabra y sobre todo la curiosidad como forma perenne e inicial para la construcción del conocimiento cósmico, universal, el cual no solo pertenece a la llamada "civilización occidental" de la que tanto nos jactamos; es común para todos los pueblos, aún para aquellos que en nuestra ignorancia de lo representa verdaderamente una cultura como construcción humana, llamamos bárbaros, incivilizados o sencillamente salvajes.
De la mano del escritor, o mejor de su voz, podemos reconocer los invaluables aportes de los pueblos Iroquí, Algonquino, Navajo, Cheroquí, Esquimal, Páscua, Huitoto y Caxinana a la poesía, esa forma sutil y poderosa de expresar una realidad total. Los sentimientos, las descripciones, el afán por tratar de traducir la cotidianeidad y lo desconocido, entiéndase lo espiritual con todos sus matices, nos recuerdan en primer lugar, la búsqueda de la armonía entre el hombre y la naturaleza; para luego impulsarnos al reconocimiento de lo mítico y de lo mágico, características de toda cultura.
Nos introduce en las cosmogonías a partir del
aserto de que “todas la culturas humanas han tenido en su origen una poesía
mítica”; se refiere de esta manera, a la antigua China, Egipto e India para
luego hablarnos de las culturas clásicas occidentales.
Sin embargo, deja de lado la tradición cultural
occidental para ahondar en los pueblos olvidados e ignorados, no sin antes
advertirnos que no encontraremos en esos pueblos construcciones sistémicas de
carácter filosófico o metafísico, ni tampoco el rigor de un pensamiento
racionalista, así como tampoco las elucubraciones que nos recuerdan las
construcciones ideológicas elitistas tendientes a establecer dominio
intelectual sobre los pueblos. Especifica que su búsqueda es la búsqueda del
inicio o el “balbucear” poético en otras culturas; hace énfasis en la necesidad
de aceptar humildemente un legado producto de las experiencias, disquisiciones,
angustias que durante siglos han conformado una valiosa tradición de carácter
colectivo que implica la imbricación, la inclusión no de una o varias personas
sino de muchas culturas que lograron a través de la historia de conformar un
cuerpo de creencias que subsisten hasta nuestros días. Ello, no descarta el
papel o el rol que desempeña cada individuo en esa construcción milenaria. Nos
recuerda que cada ser humano posee sus propias creencias, su propia filosofía
que queremos entender como el modo individual en cada uno de nosotros enfrenta
sus propias realidades.
De igual manera, muestra su posición personal como “heredero”
de una cultura universal, no parcelada sino que involucra todos los saberes que
el hombre ha acumulado a lo largo de su desarrollo. Toma como ejemplo, en
verdad bello, explicativo y poético, la cosmogonía de los habitantes de la isla
de Pascua que mezcla elementos tan diversos que incluyen conceptos, animales,
espíritus, cosas, dioses para dar origen a múltiples y nuevos seres.
Refiriéndose a la cosmogonía de los huitotos, hace
alusión a la manera cómo los indígenas adaptaron las enseñanzas misioneras a su
propia concepción de vida y como parafrasearon las enseñanzas bíblicas
convirtiendo el génesis propio del cristianismo para construir otro igual de
válido: en el principio cuando no había nada, el Padre a partir de la “quimera”
y el sueño y de la goma mágica, creó el
universo huitoto, la tierra, la selva todos los animales.
Después, se refiere a la cosmogonía caxinana, una
tribu amazónica, ubicada en el Brasil y cómo a partir del degüello del hombre,
los hombres tomaron la cabeza y esta, de manera sucesiva empezó a caer y en
cada caída aparecía un elemento diferente y empezó a perseguir a los hombres
rodando detrás de ellos, que se refugiaron en sus chozas y cerraron las
puertas. Al final, la cabeza que ordenaba y rogaba que le abrieran las puertas
y le devolvieran sus pertenencias, después de mucho pensarlo e imaginar en qué
se podría convertir y cuál podría ser su futuro, decidió por último ascender al
cielo. Le preguntaron si se iría al cielo y ella no contestó pero se transformó
en luna.
Estos relatos alucinantes y prodigiosos y por
supuesto, poéticos, nos regresan al origen de nuestras culturas olvidadas e
ignoradas pero además, nos sirven para valorar lo auténticamente americano y a
la forma cómo nuestro pueblos fueron capaces de construir universos enteros.
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