El
latín, a través de su derivado, el latín vulgar se constituyó en el
sustrato lingüístico no solo del castellano; sino también de todas las lenguas
románicas o neolatinas. Ese hecho afectó de manera significativa y singular la
manera de articular los fonemas que constituyen hoy la lengua castellana. Más
que realizar un estudio diacrónico de esos cambios, nos interesa precisar cómo
fueron tan particulares, que le dieron identidad propia a la lengua en su
evolución histórica. Los estudios realizados por Ferdinand de Saussure
consignados en su obra "Memoria sobre el sistema primitivo
de las vocales en las lenguas indoeuropeas", inician
una serie de contrastaciones que permiten comprender la permanencia de rasgos
distintivos del latín en la articulación vocálica castellana. Tradicionalmente,
se habla de cómo de las diez vocales latinas solo quedan cinco: /a/, /e/, /i/, /o/, /u/.
Pero si se analiza con algún cuidado, podremos notar fácilmente que esa
aseveración no es del todo cierta, ya que esas cinco vocales adquieren formas
propias según la articulación. Veamos solo algunos ejemplos: Existen en las
vocales nasales: /ã/; cuando la vocal
aparece entre dos consonantes nasales, ejemplo /mano/, /néne/;
o cuando se encuentra en posición inicial absoluta como en el caso de /ónbre/
(hombre); en este caso precedida de pausa y seguida de consonante nasal1
Bastarían esos ejemplos para aumentar en dos el número de
vocales empleados en la lengua castellana actualmente y, que, por tanto, nos
aproximan a las diez primitivas vocales latinas estudiadas por Eva Núñez
Méndez en los "Fundamentos teóricos y prácticos
de historia de la lengua española" (Pág. 4 y
siguientes).
Sería muy importante un estudio sincrónico detallado de cómo se
articulan las vocales en el castellano de hoy que pudieren en ultimo termino
apoyar nuestro aserto inicial con respecto al verdadero número de vocales
existentes en la lengua castellana actual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario