La novelística generada a partir del fenómeno político conocido como la Violencia en Colombia, corresponde a la narrativa aparecida entre 1951 y 1970. Las novelas del período tienen de alguna manera como referente histórico la violencia partidista que vivió el país durante las décadas de los 50´y los 60´. Esta novelística está representada por unas treinta novelas entre las cuales cabe mencionar: "El 9 de abril" (1951) de Pedro Gómez Correa, "Viernes 9" (1953), de Ignacio Gómez Dávila, "El Monstruo" (1955) de Carlos H. Pareja, "El Cristo de espaldas" (1952) y "Siervo sin tierra"(1954) de Eduardo Caballero Calderón, "El día del odio" (1951) de José Osorio Lizarazo, "El gran Burundú-Burundá ha muerto" (1952) de Jorge Zalamea Borda, “Marea de ratas" (1960) de Arturo Echeverry Mejía, "La hojarasca" (1955), "El coronel no tiene quien le escriba" (1958) y "La mala hora" (1962) de Gabriel García Márquez, "El día señalado" (1964) de Manuel Mejía Vallejo y "La casa grande"(1962) de Alvaro Cepeda Samudio. "Cóndores no entierran todos los días" (1972) de Gustavo Álvarez Gardeazábal y "Años de fuga" (1979) de Plinio Apuleyo Mendoza. Hay que resaltar muy especialmente a "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez, cuya trascendencia es por todos conocida.
La crítica coincide en varias apreciaciones que creemos
importantes: La primera está referida al número considerable de obras escritas
sobre el mismo fenómeno en tan corto lapso de tiempo, apenas veinte años.
De otra parte, existe también coincidencia en la manera como se plantea el
análisis y la clasificación de las obras de acuerdo con la estructura,
relevancia histórica y valor estético de las mismas. Por último, la
trascendencia de estas obras en la literatura colombiana.
Con respecto a la estructura, se puede afirmar que las primeras
obras se presentan como crónicas, recuentos y testimonios periodísticos con
poco valor estético, con temática directamente relacionada con el hecho
histórico mismo: el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, el 9
de abril de 1948. Forman parte de este grupo, "El nueve de abril", "Viernes
9", "El Monstruo".
Posteriormente, las temáticas se vuelven
más complejas, no se refieren directamente a los eventos; profundizan en el
análisis de los personajes, se utilizan procedimientos narrativos
especializados; la estructura es más elaborada. Ejemplos de este segundo grupo
de obras son: "El coronel no tiene
quien le escriba", "La
casa grande", "El cristo de espaldas", "Siervo sin
tierra". En el último grupo, se ubican las novelas "Cóndores no
entierran todos los días", "Cien años de soledad" y "Años
de fuga", obras que transcienden el hecho histórico mismo y que se
constituyen en lo más representativo de esta narrativa. En su ensayo "Cóndores no entierran todos los
días de Gustavo Álvarez Gardeazabal: Una crítica especular",
la investigadora Maritza Montaño González, fundamenta la importancia de la obra
de Álvarez Gardeazábal a partir de las respuestas que da la novela a
interrogantes precisos sobre el el conocimiento del fenómeno, el origen, el
desarrollo de los hechos históricos, las ideologías, los fundamentos de la
diferenciación política y de los enfrentamientos que causó, los niveles de
participación de los personajes. De hecho, la autora en mención considera a la
obra de Álvarez Gardeazábal como la más representativa del fenómeno.
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