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sábado, 8 de noviembre de 2014

ALGO VA DE LA LITERATURA A LA HISTORIA




Por: José Alejandro Vanegas Mejía                                                                jose.vanegasmejia@yahoo.es

La literatura no es historia. Esta verdad, por lo evidente, no necesita sustentación. Sin embargo, en la portada de muchas obras escritas era corriente encontrar la palabra ‘Novela’. Lo mismo ocurría con los ‘Ensayos’ mas no así con los textos de historia. Tal vez sea necesario volver a esa advertencia cuando se trate de libros que tienen como tema un hecho real o histórico pero tratado en forma literaria por el autor.
     El realismo y el costumbrismo tienen que ver con esta confusión. Sin embargo, el realismo solo copia la realidad; su esencia, más que lo real es lo verosímil. El costumbrismo, por su parte, es una derivación del realismo. ‘Frutos de mi tierra’ (1896), ‘Grandeza’ (1910) y ‘La Marquesa de Yolombó’ (1927) muestran aspectos de la idiosincrasia de los pueblos antioqueños de la época del autor y contribuyen, de gran manera, al reconocimiento que nuestra literatura tiene dentro del amplio mundo de las letras españolas. Pero son solo novelas, no textos de historia. Igual ocurre con ‘El general en su laberinto’ (1989), de García Márquez.
     No puede uno dejar de pensar en ‘Auroras de sangre’ (1999) del colombiano William Ospina. O en ‘El sueño del celta’ (2010) de Vargas Llosa, para citar solo dos obras conocidas. Todo esto nos lleva a declarar que no se debe confundir un género literario con otro. Cuando leemos ‘Perdido en el Amazonas’ (1978) nos dejamos llevar por la emoción de la trama y creemos marchar junto al personaje mientras realiza su odisea. El autor, Germán Castro Caycedo, con su capacidad para relatar sucesos en forma magistral, nos saca de la realidad y nos hace aceptar que lo que leemos es cierto. Además, los testimonios de familiares del desaparecido en la manigua nos dicen constantemente que lo relatado en ese libro es verídico. Pero, ¿no mete allí su mano y su pluma el destacado escritor zipaquireño? ¿Renunciaría él a su oficio de buen creador de situaciones conflictivas?
     Hay muchas novelas con fondo histórico. ‘¿Quo vadis?’ es una de ellas. Pero también lo son otras más modernas. De Umberto Eco tenemos ‘El nombre de la rosa’ (1980) y ‘El cementerio de Praga’ (2010). Ambas son novelas históricas pero sería un error basarnos en ellas para afirmar que lo narrado es totalmente cierto. En estas obras concurren elementos literarios necesarios para la “re-creación” de los hechos. Además, la subjetividad e intereses particulares del autor hacen que su producción no sea completamente histórica.
     Innumerables obras de teatro re-crean episodios contemporáneos y de la antigüedad. Nos impactan de tal manera que tenemos tendencia a sentirlos como reales. Sin embargo, son adaptaciones que los dramaturgos hacen de esos hechos; además, al ponerlos en escena los directores utilizan lo que llaman ‘versión libre’ para modificar la representación teatral respectiva. Casos hay en los que hasta los actores tienen autoridad para improvisar diálogos siempre y cuando se acoplen al argumento desarrollado. En fin, no debemos asignar a la literatura el carácter que corresponde a la historia. Lo histórico no podrá confundirse con lo literario: le falta el elemento imaginario o fantasioso característico del cuento y la novela. Por esa razón ‘El nombre de la rosa’ antes citada, a pesar de parecer historia, no es sino una novela histórica muy bien narrada y sumamente documentada.

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