Por. José Alejandro Vanegas Mejía
Hace
muchos años, cuando decidí con un compañero de estudios basar nuestro
trabajo de grado en la obra literaria de García Márquez, pensamos solo
en analizar su principal novela: ‘Cien años de soledad’. Quedaron por
fuera de nuestro proyecto cuentos del futuro Nobel colombiano. Sus otras
novelas las consideramos como intentos del autor para encontrar la
forma definitiva de contar el particular mundo de su infancia. Así,
pues, nos interesó todo lo que tuviese que ver con la obra y muy
tangencialmente los aspectos y factores inherentes al laureado narrador
Hoy,
después de haber leído todas las obras de García Márquez y de analizar
críticamente sus elementos constitutivos, visualizo al ser humano que ha
creado un universo y ha sabido acercarlo al lector mediante la prosa
fluida, que en su pluma se vuelve mágica. Ahora hay tiempo para
centrarse más en el hombre-creador que en su creación misma. Claro que
este nuevo plano del conocimiento se debe a los enfoques o diversas
miradas que han lanzado sobre Gabo muchos estudiosos de su quehacer
literario y, sobre todo, seguidores de sus pasos. Ellos, por diferentes
vías, se han convertido en sus biógrafos.
M. Vargas Llosa Eligio García Márquez Plinio A. Mendoza Gerald Martín J. L. DzGranados
Entre
la lista larga de quienes con más persistencia se han dedicado a
desentrañar las claves y enigmas del mundo de García Márquez se cuentan
Mario Vargas Llosa, Eligio García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza, el
inglés Gerald Martin, el mismo García Márquez y, últimamente, Aída
García Márquez y José Luis Díaz-Granados. Cada uno de estos escritores
aborda al autor de Cien años de soledad desde puntos de vista
diferentes. Vargas Llosa aportó el conocimiento que tenía de primera
mano sobre su compañero de pensión en París; lo conocía tan bien --y lo
apreciaba tanto-- que lo convirtió en padrino de uno de sus hijos.
Eligio relegó un poco su segundo apellido, como para que no lo asociaran
con la gloria de su hermano; pero estuvo siempre alrededor del Macondo
de su infancia. Plinio Apuleyo Mendoza, compañero de labores y de viajes
de Gabo, realizó una extensa entrevista con el escritor; así nació ‘El
olor de la guayaba’. Gerald Martin se convirtió en sombra de García
Márquez y logró escribir una biografía tan extensa que deja extenuado al
lector; además, García Márquez, con su obra ‘Vivir para contarla’ opacó
la publicación de Martin.
AÍDA GARCÍA MÁRQUEZ |
En abril de este año, Aída García Márquez, hermana de Gabriel, publicó
‘Gabito, el niño que soñó a Macondo’. Para Aída, Gabriel era el
dibujante de tiras cómicas, el director de teatro, el mago, el cantante y
tantas cosas más que practicó en su infancia y con las cuales
manipulaba a sus hermanos y amigos. Como si fuese poco, hace apenas dos
meses salió a la luz pública el libro ‘Gabo en mi memoria’, del poeta,
novelista y periodista samario José Luis Díaz-Granados, también pariente
de García Márquez. Este autor recuerda el primer encuentro con su
primo, sus deseos de imitarlo y, en cierta forma, cómo contribuyó la
imagen de Gabo al desarrollo de su vocación hacia la literatura. Las
numerosas reuniones de Díaz-Granados con García Márquez, antes y después
del Premio Nobel, ilustran al lector sobre las relaciones
interpersonales del escritor.
Con
estas dos últimas obras el lector completa el ambiente que rodeó al
hijo del telegrafista de Aracataca. Como quien dice, ahora sí, García
Márquez por fuera y por dentro; porque sus parientes han cerrado el
círculo abierto muchos años antes, cuando frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía recordó aquella tarde remota
en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
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