Su aproximación a
los pueblos indígenas de América del Norte, es notable por la escogencia
que hace de los poemas que abarcan la totalidad del Ser: su angustia
frente a realidades desconocidas, su admiración por la creación, la
expresión de los sentimientos, el simbolismo que sugieren las
impresiones transmitidas a través de la palabra y sobre todo la
curiosidad como forma perenne e inicial para la construcción del
conocimiento cósmico, universal, el cual no solo pertenece a la llamada "civilización occidental"
de la que tanto nos jactamos; es común para todos los pueblos, aún para
aquellos que en nuestra ignorancia de lo representa verdaderamente una cultura como construcción humana, llamamos bárbaros, incivilizados o sencillamente salvajes.
De la mano del escritor, o mejor de su voz, podemos reconocer los invaluables aportes de los pueblos Iroquí, Algonquino, Navajo, Cheroquí, Esquimal, Páscua, Huitoto y Caxinana
a la poesía, esa forma sutil y poderosa de expresar una realidad total.
Los sentimientos, las descripciones, el afán por tratar de traducir la
cotidianeidad y lo desconocido, entiéndase lo espiritual con todos sus
matices, nos recuerdan en primer lugar, la búsqueda de la armonía entre
el hombre y la naturaleza; para luego impulsarnos al reconocimiento de
lo mítico y de lo mágico, características de toda cultura.
Nos
introduce en las cosmogonías a partir del aserto de que “todas la
culturas humanas han tenido en su origen una poesía mítica”; se refiere
de esta manera, a la antigua China, Egipto e India para luego hablarnos
de las culturas clásicas occidentales.
Sin embargo, deja de lado
la tradición cultural occidental para ahondar en los pueblos olvidados e
ignorados, no sin antes advertirnos que no encontraremos en esos
pueblos construcciones sistémicas de carácter filosófico o metafísico,
ni tampoco el rigor de un pensamiento racionalista, así como tampoco las
elucubraciones que nos recuerdan las construcciones ideológicas
elitistas tendientes a establecer dominio intelectual sobre los pueblos.
Especifica que su búsqueda es la búsqueda del inicio o el “balbucear”
poético en otras culturas; hace énfasis en la necesidad de aceptar
humildemente un legado producto de las experiencias, disquisiciones,
angustias que durante siglos han conformado una valiosa tradición de
carácter colectivo que implica la imbricación, la inclusión no de una o
varias personas sino de muchas culturas que lograron a través de la
historia de conformar un cuerpo de creencias que subsisten hasta
nuestros días. Ello, no descarta el papel o el rol que desempeña cada
individuo en esa construcción milenaria. Nos recuerda que cada ser
humano posee sus propias creencias, su propia filosofía que queremos
entender como el modo individual en cada uno de nosotros enfrenta sus
propias realidades.
De igual manera, muestra su posición personal
como “heredero” de una cultura universal, no parcelada sino que
involucra todos los saberes que el hombre ha acumulado a lo largo de su
desarrollo. Toma como ejemplo, en verdad bello, explicativo y poético,
la cosmogonía de los habitantes de la isla de Pascua que mezcla
elementos tan diversos que incluyen conceptos, animales, espíritus,
cosas, dioses para dar origen a múltiples y nuevos seres.
Refiriéndose
a la cosmogonía de los huitotos, hace alusión a la manera cómo los
indígenas adaptaron las enseñanzas misioneras a su propia concepción de
vida y como parafrasearon las enseñanzas bíblicas convirtiendo el
génesis propio del cristianismo para construir otro igual de válido: en
el principio cuando no había nada, el Padre a partir de la “quimera” y
el sueño y de la goma mágica, creó el universo huitoto, la tierra, la
selva todos los animales.
Después, se refiere a la cosmogonía
caxinana, una tribu amazónica, ubicada en el Brasil y cómo a partir del
degüello del hombre, los hombres tomaron la cabeza y esta, de manera
sucesiva empezó a caer y en cada caída aparecía un elemento diferente y
empezó a perseguir a los hombres rodando detrás de ellos, que se
refugiaron en sus chozas y cerraron las puertas. Al final, la cabeza que
ordenaba y rogaba que le abrieran las puertas y le devolvieran sus
pertenencias, después de mucho pensarlo e imaginar en qué se podría
convertir y cuál podría ser su futuro, decidió por último ascender al
cielo. Le preguntaron si se iría al cielo y ella no contestó pero se
transformó en luna.
Estos
relatos alucinantes y prodigiosos y por supuesto, poéticos, nos regresan
al origen de nuestras culturas olvidadas e ignoradas pero además, nos
sirven para valorar lo auténticamente americano y a la forma cómo
nuestro pueblos fueron capaces de construir universos enteros.
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